En el episodio anterior hablamos de cómo un matrimonio sólido frente a los hijos asegura una mejor educación. En esta oportunidad, abordamos la necesidad de fomentar una cultura familiar basada en la Palabra de Dios.
Las parejas, antes de casarse, rara vez hablan de cómo educar a los hijos al momento de tenerlos; muchas se dan cuenta que las culturas familiares de donde provienen son muy distintas hasta tiempo después. La buena noticia es que todo matrimonio que quiere educar a los niños en Dios, tendrá la Biblia como parámetro de referencia.
Tomamos lo mejor de ambos mundos para convertirnos en representantes de una nueva cultura. Estos son algunos consejos que nos han funcionado a lo largo de estos nueve años de paternidad.
- Tengan una visión como familia
Comiencen con el fin en mente. La educación no es accidental, es intencional y para construirla debemos tener una meta.
- Escriban la visión y misión de la familia, (Ej.: “Vivir apasionados por Jesús y mostrar bondad a otros”).
- Escriban una lista de valores que les representen, (Ej.: Jesús es primero, valoramos la Palabra de Dios, nos encanta compartir con otros, somos excelentes y ordenados…).
En palabras concisas y entendibles para los hijos, hagan saber a todos los integrantes lo que se espera de ellos en todo momento.
- Definan rutinas y límites
La disciplina trae libertad a la casa. Delimitar los tiempos en los que los hijos comerán, dormirán, verán dispositivos electrónicos, harán tareas y demás, les dará seguridad.
En lugar de restringirlos, les están dando la oportunidad de concentrar sus energías en las actividades del presente y distribuirlas sabiamente a lo largo del día. Además, las rutinas le permiten al ser humano alcanzar metas y tener tiempo para disfrutar de los logros.
- Encuentren una actividad que puedan hacer juntos
Los hijos no recordarán muchos detalles del día a día, como por ejemplo, cuántas veces lavaste su ropa. Sin embargo, guardarán en su memoria todos los momentos que disfrutaron juntos.
Sean intencionales en organizar tiempos para compartir, por ejemplo: Practicar un deporte, tardes de juegos de mesa, cocinar juntos o cualquier otra actividad que les permita construir relaciones sólidas entre padres e hijos.